martes, 27 de septiembre de 2011

Coge, y se va sola. Se ha puesto el biquini de rayas que tanto le gusta, que han dicho en el telediario que hoy iba a hacer bueno y ha decidido ir a dar una vuelta. Sale del portal y se para. Parece un día como cualquier otro, ha amanecido pronto, el campanario ha tocado las ocho y los puestos del mercado se han puesto en marcha. La gente ya ha hecho la compra, ya ha leído el periódico, no son horas de desayunar pero se va al bar de la esquina a tomarse un zumo y un croissant delicioso. El chico que trabaja allí es gracioso. Siempre que va, es muy amable y además, es mono. La repostería está lista y la fruta recién exprimida. Agarra un National Geographic que ve por ahí y va a sentarse a la terraza. Le gusta observar la gente pasar, ver sus caras, escuchar lo que dicen, contemplar lo que le rodea como si fuera un simple espectador. 
Se levanta, y tira hacia la playa. Cruza ese paseo, ese en el que echó las primeras pedaleadas en bici, ese en el que comió sus primeros helados Frigo, ese que se ha recorrido tantas y tantas veces con tantas y tantas personas importantes de su vida. 


Hoy se tumbará cerca del socorrista, que el de hoy parece majo, estirará cuidadosamente su toalla, dejara su bolsa de playa y se quitará el vestido a conciencia de que todo el mundo de a 5m. la redonda la estará mirando. Se recogerá el pelo, y se tambaleará unos pasos hasta llegar al agua. Primero se mojará los dedos de los pies. Y seguramente, la encontrará tan fría, que retrocederá un poco para evitar la ola siguiente. Respirará hondo, y entrará con paso firme, cogerá aire y se zambullirá. Sólo aquellos más valientes, los que deciden meterse dentro, son los que logran saborear esa estúpida sensación de felicidad. 

1 comentario:

  1. ara he trobat el teu comentari...
    tinc el blog (igual que les paraules) abandonat,
    i no sé qui ets...

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