jueves, 25 de agosto de 2011


ella era una de aquellas personas que no te dejan indiferente. era todo cordura, divertida, curiosa, pero sobre todo, era bonita. sonreía todo el tiempo... y era una soñadora. soñaba todo el tiempo en historias felices que le llenaban el cuerpo de ilusión y los ojos de lágrimas. le palpitaba tanto el corazón, que a veces se asustaba. pero esos golpes dentro del pecho, esos latidos, no eran más que sus ganas inmensas de vivir. y un día, sus ojos se clavaron en una belleza, la belleza de alguien que poseía a la gente con colores, empapaba a los demás de alegría... y les quitaba la vida. ella cayó. se convirtió en una de esas sirenas de pelo largo y pupilas brillantes, piernas largas y manos calientes. y esperaba. esperaba encontrar la esencia de esa belleza que tanto la cautivó. y pasaban los años, los días, los segundos, y ella aun esperaba. pero la verdad es que nada cambiaba. a pesar de eso supo esperar más. y de tanto esperar, comprendió que el tiempo pasaba y nada sucedía. dio su vida por aquello que la fascinaba y olvidó que era ella la que fascinaba a los demás con su sonrisa, su luz, sus esperanzas, su mundo, sus historias... aquellas historias que le impedían acostarse por las noches y que la guiaban por su camino. Llegó a un cruce: a la derecha, el abismo, con cantos mágicos y sirenas con melena de fuego, a la izquierda, las estrellas... Fueron estas nuevas bellezas, fueron ellas que la encandilaron... y por ahí encontró los pasos que había dibujado para sí misma, para cuando quisiera ser feliz...

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